Gracias a avances en la detección y tratamiento, cada vez más diagnosticados alcanzan una mejor calidad de vida, aunque todavía cargan con el peso del prejuicio.

Llevar una vida plena es posible para las personas con trastorno bipolar (TB) gracias a los avances de la ciencia y el mayor conocimiento sobre la enfermedad y cómo tratarla. Sin embargo, especialistas coinciden en que es necesario trabajar para terminar de derribar el estigma social que pesa sobre ella para evitar que los prejuicios interfieran en el proceso de recuperación.

El trastorno no los hace ni más brillantes, ni más creativos, ni de mal carácter, ni gritones o agresivos o maltratadores. “Dejar de llamarlo enfermedad maníaco depresiva para terminar con el estigma no fue muy acertado porque alimentó otra idea errónea: la de la polaridad, que no es tal“, explicó Sergio Strejilevisch, presidente de la Sociedad Internacional de Trastornos Bipolares (ISBD, por sus siglas en inglés) de Argentina.

A pesar de la carga que arrastra por ser un padecimiento psiquiátrico y la simplificación del concepto que hace pensar erróneamente que la persona pasa abruptamente de la depresión a la euforia, “hoy se sabe mejor cómo funcionan los medicamentos y qué tratamiento es el más indicado para cada paciente”, sostuvo Strejilevisch, que es también profesor de Salud Mental y Psiquiatría de la Universidad Favaloro.

Gracias a estos avances en el diagnóstico y tratamiento, cada vez más personas logran “una mejor calidad de vida y una recuperación funcional plena”. La psicoeducación y las psicoterapias complementan la atención de estos casos con resultados favorables.

“El cerebro -explicó Strejilevich- tiene como cualidad poder fluctuar en cuestiones como el ánimo y el humor para así adaptarse a factores estresantes del ambiente o del mismo organismo”. En el TB esa función falla. No obstante, “hoy se sabe con más precisión cuál es el efecto del litio en ese mecanismo, qué dosis prescribir en cada caso, lo que permite un control más eficaz del proceso de recuperación funcional del paciente”.

El trastorno bipolar fue un nombre “políticamente correcto” que buscó contrarrestar el estigma sobre la enfermedad que hasta los años ’70 se llamó psicosis maníaco depresiva, recordó el presidente de ISBD en Argentina. “Pero ese nombre hoy lo consideramos un poco desacertado porque lo bipolar remite al concepto erróneo de que hay dos polos: el maníaco y el depresivo. Es decir, un pasaje de la depresión a la euforia, presentados como dos equivalentes”. En realidad, señaló, “la mayor parte de las personas con TB experimenta estados más depresivos que maníacos y, en muchos casos, mixtos; o sea, episodios en donde se presentan simultáneamente síntomas de manía y depresión”.

Por otra parte y lejos del esterotipo, lo maníaco no necesariamente se presenta con los altos niveles de actividad propios de la euforia, sino con alteraciones del sueño, pensamientos descontrolados, e irritabilidad y también con episodios mixtos, es decir con componentes depresivos, lo que configura un verdadero padecimiento.

Carlos Vinacour, presidente de la Fundación de Bipolares de Argentina (Fubipa) que tiene 17 sedes a lo largo del país, consideró que las personas con TB han sido estigmatizadas como “esas personalidades brillantes pero maltratadoras y agresivas. Muy sobresalientes en sus rasgos pero a la vez intratables. Ni una cosa ni la otra”.

Para Vinacour, el TB es por sobre todas las cosas un problema grave que hay que enfrentar. Pero el tratamiento no termina cuando se logran estabilizar las fluctuaciones del ánimo. “Nuestro objetivo tiene que ver con lograr bienestar, que es más que sólo la estabilidad que consiguen los medicamentos; es también integración a la vida familiar y social, lo que para una persona con TB termina siendo vital ya que uno de los rasgos que lo definen es la autoexclusión”, precisó el titular de Fubipa.

Se trata, añadió, “de convertirse en el propio gerenciador de la construcción de ese bienestar, a través del manejo de cuestiones comoanticiparse a una crisis, evitar riesgos, optimizar las condiciones para vivir bien“.

El TB se detecta por lo general entre los 17 y los 22 años. Según la Organización Mundial de la Salud, es la sexta causa de discapacidad entre las enfermedades mentales. Por esa razón, en los últimos años se han centrado los esfuerzos no solo en evitar los episodios sino en recuperar la funcionalidad plena de las personas con este diagnóstico.

FUENTE: www.clarin.com

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