NO HAY EVIDENCIA DE QUE EL TABACO AYUDE A REDUCIR EL ESTRÉS O LA AGRESIVIDAD EN PACIENTES PSIQUIÁTRICOS

Vitoria-Gasteiz, febrero de 2017.- Los niveles de consumo de tabaco son mucho mayores en pacientes con trastorno mental y es un grupo con creciente representación en el conjunto total de fumadores. El hábito tabáquico forma parte de la cultura de los cuidados en salud mental desde hace décadas y no debería ser así porque no hay evidencia de que el tabaco ayude a reducir el estrés o agresividad en pacientes psiquiátricos.

En los centros de salud mental los pacientes fuman. Se calcula que un 10% de los pacientes con enfermedad mental empezaron a fumar durante un periodo de hospitalización y se deben promover políticas de deshabituación tabáquica en estos entornos.

Estas afirmaciones han sido realizadas por el Dr. Edorta Elizagárate, psiquiatra de la Red de Salud Mental de Álava de Osakidetza y jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Psiquiátrico de Álava durante la rueda de prensa de presentación del XXV Curso Nacional de Actualización en Psiquiatría. El evento reúne en Vitoria a los principales psiquiatras del Estado para actualizar conocimientos y presentar las novedades de la especialidad médica.

Elizagárate, que es también uno de los directores del evento científico de referencia estatal, ha puesto el foco en la relación existente entre tabaco y salud mental. En este contexto, ha destacado que “hay una cultura del tabaco en los hospitales psiquiátricos porque se cree que es bueno para la salud, da estabilidad clínica y reduce la ansiedad y los pacientes, cuando en realidad no es así”.

“Existen unos mitos sobre el tabaco y la cultura de los ciudados en salud mental. Se cree que la interrupción de la provisión de cigarrillos aumenta las conductas agresivas de los pacientes y que además es un colectivo que no está interesado en dejar de fumar y que es incapaz de hacerlo. Se considera que los pacientes se deteriorarán sin acceso al tabaco”, ha subrayado el especialista, quien ha lamentado que “es errónea la creencia de que el hábito tabáquico ayuda al manejo de los síntomas de la enfermedad mental y ayuda a afrontar estrés y efectos secundarios de la medicación. Tampoco alivia el aburrimiento y la soledad”

Asimismo, ha subrayado que no fumar “no daña en absoluto la relación terapéutica, ni incrementa incidentes en las unidades de hospitalización. No está probado ni hay evidencia científica de que el tabaco ayude a reducir el estrés o agresividad en pacientes psiquiátricos”.

En este contexto, ha hecho hincapié en que los responsables hospitalarios “tienen una responsabilidad ética para prevenir el consumo de cigarrilos. No hablamos de dejar de fumar de forma radical, sino de promover espacios de salud, limpios y no permitir que los pacientes con enfermedad mental fumen en los espacios hospitalarios porque no les aporta beneficios en su terapia y lo único que hace es deteriorar su salud”

“En los hospitales psiquiátricos, como en el resto de pacientes de la sanidad, los pacientes han de tener el mismo acceso a la promoción de la salud en general y a tratamientos de deshabituación tabáquica. Se merecen igualdad de derechos y oportunidades. El foco está en que el consumo de tabaco es mucho mayor en los trastornos mentales y es un elemento que crece y contribuye a la estigmatización porque, por ejemplo, una conducta de fumar repetidamente no pasa desapercibida en la sociedad. La gente está señalada cuando fuma mucho y hay demasiada cultura de salud mental relacionada con el tabaco”.

Por todo ello, el Dr. Elizagárate destaca que el personal de los centros “tiene mucha responsabilidad y deberían establecer unas normas de restricción tabáquica. Sería un paso importante para promocionar la cesación tabáquica en los lugares clínicos y principalmente en pacientes hospitalizadas donde la cultura está aún más presente”.

“Estas medidas se dirigen a la cuestión de la presencia de un ambiente de tabaco que está reconocido como perjudicial para las personas que sin fumar están expuestas a él. No hablamos de entornos con políticas parciales como las salas para fumar, sino de hacer un seguimiento total de la situación. Estas políticas condenan al fracaso al resto de pacientes y personal porque una sala de fumar, por ejemplo, se convierte en un lugar de intercambio social que distorsiona las actividades del día a día del centro. En hospitales con políticas parciales de restricción es un hecho la aparición de conflictos entre el propio staff, conflictos de staff con los pacientes y de pacientes con otros pacientes”.

FUENTE: www.psiquiatria.com

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