«Palabras no hacen el amor, hacen la ausencia», escribió la poeta argentina Alejandra Pizarnik. «Si digo agua, ¿beberé? Si digo pan, ¿comeré?», continuaba. Hoy las palabras son también presencia porque pesan, agotan e incluso se deshilachan. Palabras de Patricia y Ángel apelando a la conciencia de la mujer que, desde el domingo, está detenida como presunta asesina de su hijo Gabriel. Palabras de una sociedad al unísono reverberando PescaítoPalabras de ira y venganza en redes sociales tras conocerse la detención de Ana Julia Quezada, pareja del padre de Gabriel.

¿Por qué la desesperación se adueña de la masa y no de estos padres? Ellos no claman venganza, no es suya la furia que brilla y son ellos los que han perdido a un hijo. Ayer, en declaraciones a Herrera en Cope, la madre de Pescaíto hablaba de forma extremadamente serena y pedía a los españoles que «transformen su rabia en otra cosa, que haya mensajes limpios, que no manchen lo que levantó su hijo». ¿Qué proceso de duelo queda por delante y qué espacio tendría en él el perdón?

La madre de Gabriel destacaba ayer en sus declaraciones radiofónicas por su «actitud conciliadora». Así la describe la psicóloga Patricia Díaz Seoane desde la Fundación Mario Losantos del Campo, especializada, entre otras cuestiones, en procesos de duelo. «Tiene unos valores morales muy definidos, está tranquila, entera, y demuestra tener habilidades de afrontamiento. Todo esto le permite trascender, por eso pide que lo sucedido sirva para algo. Es verdad que su actitud llama la atención pero es que, desde que el niño desaparece ella está asumiendo el dolor y su postura positiva significa que su intención es salir adelante», explica Díaz Seoane a Papel.

Esta profesional de la Psicología apunta, además, que la de Patricia es la actitud idónea puesto que «se centra en lo importante». «No quiere que nos descentremos de quién era Gabriel y, a cambio, nos volquemos en el odio a la detenida. Este llamamiento a la concordia a ella le ayuda, porque el odio no protege. Hay que superar la rabia para poder recolocarse», matiza.

Y concuerda así con otro psicólogo, José Carrión, del gabinete madrileño Cinteco, cuando éste sostiene que, aunque «paradójico y sorprendente, el tono de la madre es positivo». «Podíamos esperar la rabia y la condena porque la muerte de un hijo está tipificada como uno de los acontecimientos más difíciles de superar pues se trata de una muerte antinatural, además de un crimen, lo que amplifica la dificultad. La madre tiene una cabeza afectiva bien amueblada, habla del niño como de un ser de luz y esa luz la hemos visto todos en las fotos que se han hecho públicas estos días», afirma.

Situada, en palabras de Carrión, en un punto casi «angelical», esta madre clamaba ayer a los que en redes sociales vociferan: «Por favor, en honor del Pescaítoque nadie hable más de esta mujer, que nadie retuitee ya nada más. Ha habido fe y buenas acciones por todos lados y esto no puede quedar en palabras de rabia, que esto no termine así…».

“Perdonar es sanarse”

¿Cómo ha de terminar, entonces? Si de algún modo, o del único, ya terminó. Recuerda Enrique García Huete, psicólogo clínico, lo que ya adelantó Carrión, que «el fallecimiento de un hijo de forma inesperada es algo contra natura. Odio e ira serían respuestas normales… Pero la personalidad y los valores de la persona pueden conseguir que estas emociones se amplifiquen y se reduzcan. Si la persona es creyente, puede resolver la disonancia con facilidad -en el cielo está bien-. Si no lo es, quizá deba acompañar su duelo de una terapia cognitivo conductual», apunta.

«Que todo el mundo mande un pescao bonito y se olvide de esta mujer, que no se lo merece», pedía la madre de Gabriel a través de las ondas, «que miren dentro de su corazón, que esto termine con el corazón calentito y no con rabia…», añadía, «que haya mensajes limpios». «Aquí, ahora, las redes sociales podrían hacer buena labor, porque la respuesta social a esta familia ha sido buena y lo seguirá siendo pero incluso las voces airadas sirven porque es mejor una catarsis pública que condensar la ira en casa», reflexiona Carrión.

Y la familia, ¿podrá perdonar? Patricia Díaz Seoane está convencida de que «la madre llegará al perdón y lo hará pronto». Tiene esperanzas al respecto también la psicóloga clínica Isabel Serrano Rosa, del gabinete En Positivo Sí y especialista en relaciones familiares y procesos de perdón. «Va a ser largo y doloroso, sobre todo porque el perdón viene marcado por el tipo de vínculo y, para perdonar, hay que recordar, empezando por el perdón a ella misma. Perdonar no es olvidar sino transformar las sensaciones en algo más asentado, perdonar es sanarse porque uno se recupera a sí mismo».

Preocupa más el padre. Todos los psicólogos consultados por este periódico se muestran, ahora, más consternados por Ángel que por Patricia pues él «debe enfrentarse a su propia sensación de culpa y responsabilidad», al «cómo no me di cuenta» pues, al cabo, la presunta asesina de su hijo es la que, hasta ahora, era su pareja sentimental. Matiza José Carrión que, «si no tiene ninguna implicación, sentirá una gran responsabilidad».

Y dice María Prieto Ursúa, profesora en la Universidad de Comillas y especialista en el estudio del perdón, que «las peticiones de venganza también son normales, que la tendencia es la venganza o la evitación». «El padre ha perdido más. Ha perdido a su pareja también. Ha convivido con mentiras y engaños y, primero, deberá perdonarse a sí mismo, que es más difícil que perdonar a los demás». Así lo ve también Serrano Rosa cuando afirma que «el que tiene la peor papeleta es él». «Para lograr perdonar hay que hablar mucho, escribir mucho, contar mucho… De cómo vivas el dolor dependerá que éste golpee o no de nuevo. Si entra el perdón en juego, este dolor tiene menos posibilidades de convertirse en trauma. También, por todo ello, es importante cómo establezcan la relación entre ellos, entre los padres».

El dolor

Sentirlo es algo bueno porque, para atravesar el duelo, es necesario que el dolor aparezca y, como dice la madre de Gabriel, asumirlo para «aprender a caminar de nuevo».

La realidad

Aceptar lo que la muerte significa, que Gabriel ya no está, que la vida, a partir de ahora, sigue sin él. Y que uno sigue vivo pese al dolor.

La singularidad

Cada duelo es único. Es decir, hay tantos como personas. Los psicólogos aconsejan que quien lo viva se note libre para sentir y actuar como le nazca.

Atención temprana

Es importante que quienes vayan a efectuar el duelo reciban atención rápida porque lo esencial, en este caso, es que hablen, que se expresen y digan cómo se sienten.

¿Y ahora qué?

Hay que hacerse un plan de vida. Pensar en cómo queremos que sea nuestra vida tras la pérdida sufrida, tras la perdida asumida, tras la pérdida superada. Una nueva vida sin que esa persona esté con nosotros como solía estarlo.

Cierre del proceso

El duelo ha de efectuarse en un periodo de tiempo razonable que vendrá determinado por las particularidades del acontecimiento, el vínculo con el fallecido y lo trágico del suceso.

FUENTE: www.elmundo.es

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