Los expertos ofrecen algunos consejos a seguir según la etapa académica en la que estén los menores: las vacaciones son para romper con la rutina, descansar y, como no, aprender
A estas alturas del verano algunos escolares se enfrentan a sus vacaciones estivales con uno o más suspensos en su certificado académico de final de curso. Una circunstancia que, para la mayoría de las familias, supone una verdadera tragedia, no solo por el hecho de que su hijo o hija no han superado el curso sino, también, porque este hecho significa planificar las futuras vacaciones familiares de manera diferente. Un escolar con suspensos, en gran parte de los casos, obliga al resto de los miembros de la familia a acomodar las ansiadas vacaciones a su día a día con la esperanza de que una planificación adecuada ayudará al “suspendido” a afrontar las próximas recuperaciones de manera satisfactoria y, además, permitirá a los miembros disfrutar de los ansiados y merecidos días de descanso.
Un “suspenso” en vacaciones es percibido como un auténtico drama. Sin embargo, tal y como apuntan algunos expertos, los meses de verano son una oportunidad más para aprender lo que no se hizo durante el curso y, como no, una ocasión para aprobar la asignatura o asignaturas pendientes. Para conseguirlo es esencial que la familia sea un apoyo más para ese niño o adolescente que siente que ha fallado o que no ha llegado.
En opinión de Ana Lucas, psicóloga sanitaria y psicóloga Clínica Europea EMDR, es necesario analizar las causas, identificar qué ha provocado el suspenso. “Tener una reunión con el tutor para analizar las causas y preguntar al niño, nos ayudará a entender qué ha ocurrido. Es posible que el niño no haya estudiado lo suficiente durante el curso, es posible que no sepa cómo estudiar, que no tenga un método de estudio, que tenga lagunas conceptuales anteriores de forma que le cuesta comprender materia nueva, que tenga dificultades de comprensión en lo académico, que tenga dificultades emocionales que entorpecen la atención y por lo tanto el aprendizaje”, señala Ana Lucas.
Asimismo, apunta Ana Lucas, “es necesario entender qué ha provocado el suspenso, un hecho que ayudará a tomar las medidas necesarias para recuperar esa asignatura y para prevenir futuros suspensos”. También puede ayudar a entender por qué el niño ha suspendido, cuál es su actitud frente a la escuela, como indica Guillermo Bautista Pérez, Ph.D., Doctor en Pedagogía y Profesor e Investigador en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y Director del Máster de Formación de profesorado de Secundaria y Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas. Una vez establecidos cuáles han sido los motivos por los que el niño o adolescente no ha aprobado alguna asignatura, Bautista Pérez manifiesta que la época de vacaciones debe significar romper con la rutina, descansar, jugar, y, como no, aprender. “Es difícil pensar, en términos estrictamente académicos, que durante la época de vacaciones de verano un niño va a “reparar” aquello que no ha conseguido durante todo el curso.
Por ello, la familia debe afrontar la época de verano con calma y haciendo que el niño que ha suspendido pueda reflexionar sobre las bondades de aprender. Puede ser una buena época para hablar con él sobre lo importante que es llevar al día el proceso de aprendizaje y las responsabilidades que la escuela determina. Hay que recuperar la idea de que el trabajo diario es importante. Posiblemente sean niños que requieran ayuda para organizarse y para ser sistemáticos en el estudio. Es importante que no viva ese momento de estudiar en verano como una “tortura””.
Afrontar los suspensos según la edad del chaval
¿Cómo deben afrontar los padres los suspensos de sus hijos teniendo en cuenta las edades de los mismos? Ana Lucas ofrece algunos consejos dependiendo de la etapa académica en la que esté el escolar.
Primaria (6-11 años). En estos años académicos hay mucha evolución y los padres tienen que estar muy pendientes, ayudarles a gestionar el tiempo y la materia a estudiar. Esta es la etapa en la que tenemos que enseñarles a estudiar: buscar un momento y un lugar adecuado del día para estudiar, lo recomendable es por la mañana y siempre en el mismo sitio, de lunes a viernes para generar hábito de estudio. Como máximo una hora al día, y el resto del día libre para disfrutar del verano. En esta etapa los padres son un apoyo que ayudan y supervisan el estudio del niño.
Secundaria (12-15 años). Los niños tienen más autonomía. Esta es una etapa que sirve para consolidar el hábito de estudio, ahora hay que aprender el método de estudio: enseñarles a planificar la materia que tienen que estudiar, el tiempo que van a dedicar cada día. Se recomienda empezar por lo más difícil y terminar con lo más sencillo, aprovechando que el niño está más fresco, hacer ejercicios de lo que se ha estudiado ayuda a fijar lo aprendido, motivar al niño y fomentar su sensación de capacidad.
Bachillerato (16-17 años). En esta etapa hay que identificar qué está fallando, sí es el hábito de estudio, falta de método, falta de motivación o bloqueo ante alguna asignatura. Además de ayudarles a establecer objetivos claros y realistas en función del tiempo y las asignaturas que tienen que recuperar, en los casos que detectemos dificultades de comprensión o bloqueos en alguna asignatura, lo primero es revisar sí hay lagunas de desconocimiento que dificultan el aprendizaje de nuevo contenido. Esto ocurre sobre todo en asignaturas como matemáticas o ingles donde lo nuevo se asienta sobre el conocimiento anterior. En estos casos hay que repasar la base para reparar lo que falte.
Lo recomendable en esta etapa, matiza Ana Lucas, “es buscar una ayuda externa, una academia o un profesor de apoyo. ¡Nunca, un padre o una madre! Eso suele terminar en tragedia griega. Los padres estamos tan preocupados y tenemos tanta implicación en la educación de nuestros hijos, que el nivel de tensión que se genera cuando tienen dificultades solamente genera más presión, que dificulta el aprendizaje y deteriora la relación con nuestro hijo”.
A los consejos anteriores, es conveniente “realizar actividades creativas, vinculadas con el entorno e intereses de los niños como la celebración de un evento en el pueblo en el que se veranea, ver una película, disfrutar de una actividad en un entorno natural, visitar a un museo, etc., y asociarlas a aquellas materias que se han suspendido”, según propone Bautista Pérez. Y, en la medida de lo posible, “los suspensos no deben condicionar las vacaciones familiares, es una circunstancia más a la que se le tiene que dar la importancia justa”, reitera Bautista Pérez.
Fuente: https://elpais.com